sábado, noviembre 08, 2008

Y yo sigo aquí

Las ganas de escribir tienen que ver con lo reflexiva que crea estar y las pocas posibilidades de otro tipo de expresión se concentren en mi día. O año.
Expresarme acá es una necesidad que siempre nace después de la 1 AM. Por lo tanto algo biológico cerebral existe. Costumbre que no se quita aunque no se practique. Hasta hoy creí que la habitualidad era lo constante. Me doy cuenta que la habitualidad no se mide en días, sino que en la pulsión vital. Uno no cambia jamás su esencia pues. Los antiguos rituales permanecen porque se creció con ellos. Se comió y se masturbó con ellos. Son lo que soy.
Retomar el blog es el quiebre de una vez al año. Es como el aniversario. Ese aniversario que no se espera que se celebre, porque ya pasaron los mejores momentos para hacerlo y quedó en el olvido como otras cosas que han perdido la importancia.
Retomar el blog significa usarlo y botarlo quizás hasta que haya cambio de fase hormonal, estación climática o simplemente hasta que me acuerde del password.
Retomar el blog no significa que me guste escribir. Como ya advertí, solamente significa que no hay otros modos de expresión más eficaces en este momento.
El tema de fondo es. Es. Era. Qué quiero expresar? Acaso no es suficiente sentir, que debo estar expresando? acaso no es suficiente tener una tarea respecto de expresar y trabajar a propósito para no lograrlo? por qué es preferible escribir acá, que en mi tarea?
Las respuestas casi las conozco y domino. Pero no quiero creerlas. Son mi invención y tengo derecho a repudiarlas. Tengo derecho a no ceder. Y también a entregar. Tengo derecho a ser egoísta me han dicho. Me han dicho tantas veces lo mismo. Por eso debo escribir. Porque lo que me han dicho tiene tanto sentido que no puedo más que creerlo. Lo creo más que a mis razones. Pero mis razones siguen siendo vitales. Y añosas.
Por qué debe pasar de la 1 AM para llegar a la catarsis? Por qué no puede ser sustentable esta deformación neurológica con el mundo? El cómo adaptarse ya lo había acariciado. Y era concreto y poderoso. Y siempre supe que debía tener un flanco, y me he dado cuenta que su fragilidad tenía que ver con lo inverosímil, lo poco probable. Una vez que lo poco probable sucede, la navaja corta la cuerda y tu cabeza se azota al suelo. Te libera de la soga, pero te aturde. Y ese punto de decisión es: ¿nos podremos la misma soga más apretada? o esperaremos a que pase el mareo y sólo nos sobaremos el cuello?
Mis neuronas se rebelan al lenguaje estructurado. Y para eso están mis dedos, vista y pantalla para escribir sin que duela ni dañe.